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Las relaciones entre contribuyente y asesor fiscal parecen haberse complicado en los últimos tiempos, a raíz de las noticias que van saliendo en prensa. “Papeles de Panamá”; cuentas en los denominados “paraísos fiscales” y declaraciones de personas más o menos habituales en la prensa salmón o el papel cuché ,que recogen sus quejas ante la situación fiscal en la que se encuentran.
Digo que se han complicado estas relaciones, porque parece ser que los contribuyentes afectados por determinadas informaciones y lo que mas duele, por la inspección de Hacienda, declaran que han perdido la confianza en su asesor fiscal, el cuál, parece ser, les ha conducido a su situación de responsabilidad frente a la Agencia Tributaria.
Hasta aquí, nada nuevo bajo el sol.
Son historias que se repiten y no tan lejanas. Ingresos y cuentas no declarados al FISCO en Suiza, Islas del Canal, etc.… Y puede, o no, que alguna responsabilidad tenga el asesor fiscal que ha llevado a estos contribuyentes, parece ser, por el mal camino tributario o también podría ser que resulte ser responsable el maldito Cariñena del que se lamentaba Sancho a su Sr. Don Quijote. Vaya usted a saber, porque todo lo anterior se encuentra bajo el llamado “secreto profesional”, el administrativo o el sumarial, y que como es habitual, se irá comentando en los medios, con relatos poco creíbles y pena de telediario, hasta que, en su caso, llegue la correspondiente Acta de la Inspección de Hacienda, o sentencia judicial que ponga los puntos sobre las íes.
Llegados hasta aquí, voy a establecer un símil que pueda ser de utilidad al contribuyente, a la hora de elegir a su asesor fiscal.
Como preámbulo, les diré que
cuando escuchen el término de “ingeniería fiscal”, para determinar lo que usted, contribuyente, debe pagar al FISCO, h
uya sin demora de ese asesor fiscal, pues se está refiriendo a artimañas para burlar la ley, que acabará usted pagando por crédulo.
El símil que le propongo es que piense en su asesor fiscal como un conductor al que usted arrienda sus servicios, para que conduzca su vehículo.
¿Qué desearía usted de ese conductor?
1º.-
Que tenga habilidad y experiencia para llevar el vehículo a dónde pueda ir, que no
es a dónde o por donde usted desee, porque a lo mejor no hay camino para llegar allí.
2º.-
Que conozca bien la normativa de tráfico, en este caso, las normas tributarias que
resultan de aplicación en su caso.
3º.- Que le cobre por sus servicios un
precio de mercado, conocido por usted de antemano, de acuerdo con su preparación, experiencia, enjundia del asunto y el tiempo
que le dedique.
En todo caso, usted como pasajero y propietario del vehículo, nunca deberá exigir al conductor que el coche vuele. Los coches no vuelan, y en su caso más dura será la caída. Y tampoco podrá sugerirle que incumpla las normas de tráfico saltándose los límites de velocidad o semáforos en rojo, para finalmente estrellarle como contribuyente, contra la Hacienda Pública.
Por tanto,
por su salud y sus cuartos, contrate conductores/asesores que cumplan las condiciones que ya hemos mencionado y si el conductor entra en el juego, que usted mismo le propone, de incumplir las normas para “pagar menos” o “no pagar” a Hacienda, sujétese bien el cinturón porque terminará estrellándose contra la Agencia Tributaria. La Hacienda Pública, es decir, sus medios personales , su informática, sus cruces de información, etc. no paran.
Luego, l
a solución para mantener su salud personal y tributaria es posible: busque un buen conductor/asesor y no un encantador, y duerma tranquilo. Eso sí, con mucho menos dinero en su bolsillo, por haber cumplido con sus obligaciones tributarias en España.
Un saludo!